Construir una vida con propósito

Todas las personas, en un grado u otro, buscan consolidar algún propósito en su vida. Una meta, un objetivo, un sentido de trascendencia. Parece que esto es algo consustancial con la naturaleza humana. Por otra parte no todos alcanzan sus propósitos, o incluso el hecho de vivir de acuerdo a ellos. Buena parte de la gente abandona este mundo a la sombra de un anonimato muy particular, uno que consiste básicamente en el desconocimiento de sí mismo.

Ignoran particularmente el potencial que tienen, el “tamaño del motor” con el que llegan de fábrica. Muchos ruedan por la vida a la velocidad de una bicicleta a pesar de contar con el motor de un auto deportivo.

Se ignora también lo que se desea del mundo exterior. Se sabe que “algo se quiere” pero se desconoce  “qué”. Y finalmente tampoco se conoce con claridad la relación que se busca con ése mundo que tanto promete y amenaza por igual.

Esto se resuelve tomando el camino del autoconocimiento, alcanzando claridad para despejar dudas e incertidumbre. Posiblemente la palabra claridad resume bien todo. Porque alude a la presencia de luz, o lo que es lo mismo, la ausencia de sombras y oscuridad. Allí donde hay sombras existe ignorancia y donde hay claridad se gestan propósitos.

Ahora bien, esta claridad evoluciona a lo largo de la vida, porque no se puede pretender que sea igual en una persona de 20 años o en una de 40. Es necesario experimentar muchas cosas para despejar las sombras que ocultan potencialidades y propósitos, capitalizar ésas experiencias y actuar en función de ellas.

Lo que diferencia a las personas es la capacidad de aprovechar sus experiencias en la vida, por muy desagradables que estas sean, o habrá que decir, especialmente cuando son desagradables. Procesar apropiadamente las experiencias contribuye a la claridad, y hacerlo desde temprano optimiza el tiempo.

Estas son tres reflexiones que contribuyen en la claridad y la progresiva consolidación de propósitos de vida. Pueden parecer elementales pero por eso mismo es necesario tomarlas en cuenta. Tener propósitos para vivir es indispensable, no hay nada accesorio o poético en esto. Las personas que existen sin referencia de un norte para los actos en su vida son individuos tristes, incompletos. Sobreviven lejos de ésa necesidad elemental de trascender que caracteriza la naturaleza humana y la diferencia de otras formas de vida.

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