Tal vez te pase a ti. O tal vez conoces a alguien que lo padece. Ciertamente es más común en las pymes, cuando los fundadores se sienten obligados a involucrarse en cada aspecto de su empresa (por mínimo que sea) para que “todo marche bien”. Sin embargo también es visto frecuentemente en las oficinas a lo largo y ancho de las más diversas industrias, personificado por aquel jefe que dicta solo el rumbo que deberá tomar el trabajo porque “para eso está ahí”.
¿Qué es un hombre orquesta?
Es un personaje que toca varios instrumentos a la vez. Ya sea que lo veamos en su forma más simple, cantando y tocando una guitarra, o en versiones más elaboradas, cargado con un bombo, un teclado, una armónica y cuanto instrumento pueda tocar a la vez.
Si bien resulta asombroso, también es una viva representación del caos, pues difícilmente logramos descifrar cómo es que toca cada uno de los instrumentos que posee.
¿Cómo lo identifico dentro de una empresa?
El hombre orquesta es quien quiere hacerlo (y de hecho lo hace) todo. Es, por ejemplo, el gerente administrativo que en lugar de enfocarse únicamente en la planeación estratégica y el análisis de resultados, se encarga (aunque haya alguien designado para ello) de llenar órdenes de compra y generar facturas.
También es el aquel supervisor de ventas que, pese a tener todo un equipo experto a su cargo, quiere llevar el control de todos los clientes y prospectos de la compañía.
¿O qué me dices de aquella directora de operaciones que define cómo será la campaña publicitaria de la empresa y, además, contacta directamente a los proveedores para que todo salga bien? ¿Te resulta familiar?
Básicamente puedes reconocer a un hombre orquesta (ojo, este concepto también aplica para mujeres) por frases como “para eso estoy aquí”, “esto no funciona sin mí”, “si quiero que se haga bien, debo hacerlo yo” y similares.
¿Cómo afecta a una organización?
La productividad es la primera afectada cuando este personaje entra en acción. Una sola persona que intenta hacerlo todo tiene resultados la mitad de buenos que un equipo completo haciendo lo que a cada quien le toca.
Cuando el hombre orquesta ocupa un puesto de alto nivel, la estrategia y la planeación también se ven afectadas, pues las distracciones son tantas que no hay oportunidad de detenerse a analizar los resultados y pensar en un siguiente paso.
El desarrollo y la innovación son otros de los grandes sacrificios, pues en el acelerado día a día, el hombre orquesta establece un manual operativo tácito que dificulta (y a veces incluso impide) la exploración de nuevos caminos para obtener mejores resultados.
Como consecuencia de estos factores, el clima organizacional se ve afectado, pues otros colaboradores no logran el desarrollo laboral que requieren y puede que incluso decidan abandonar la compañía debido a la actitud de su compañero o superior, quien acapara todas las funciones.
2 reglas de oro para no ser un hombre orquesta
1. Asume tu lugar
El hecho de estar a la cabeza de un equipo no te convierte en el dueño de todas las tareas. Si eres el líder, apégate a ese rol y limítate a intervenir con diferentes estilos de liderazgo de acuerdo a cada situación.
2. Aprende a delegar
Confía en tu equipo, en sus conocimientos y habilidades. Debes comprender que cada puesto requiere perfiles específicos y el primer paso es aceptar que no eres experto en todo, así que debes permitir que tus colaboradores (los que sí son expertos) hagan lo que mejor saben hacer.